domingo, 13 de mayo de 2018

Las semillas de los cuentos

José María Merino, retratado por Eloy Rubio Carro.

Diré también que, para mí, todo cuento es resultado de una misteriosa fecundación. La semilla, escondida entre los pliegues y recovecos de ciertos lugares reales, salta sobre la imaginación del narrador y allí se mantiene, hasta terminar germinando. La semilla puede tener cualquier apariencia y es capaz de generar una historia, sin que el espécimen resultante tenga por qué conservar ninguna de las características de la forma originaria. Seguramente hay en la imaginación del narrador una predisposición a dejar que tales semillas se depositen en ella, y sin duda la predisposición proviene de una actitud acechante. El narrador está siempre esperando —por no decir buscando— esas semillas de los relatos, que están presentes en el mundo real pero que sólo pueden germinar en los campos de la imaginación, para acabar elevando sus tallos y ramajes en esa otra realidad que es la literatura. En algunos de mis cuentos he intentado reflejar ese acecho del narrador, que no vive libremente, sino sujeto a esa pasión, o manía, de dejarse fecundar por las azarosas semillas del relato. También yo me reconozco escrutando la realidad, al atisbo de tales semillas, y creo que casi siempre he sido capaz de reconocer su naturaleza, aunque es cierto que permanecen dentro de mi imaginación, estériles y confusas, algunas formas que confundí algún día con semillas verdaderas. Quién sabe si algún día germinarán.

Prólogo a 50 cuentos y una fábula
José María Merino

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