Frederick Goodall. Amanecer sobre las pirámides.
Fue pobre.
No intuyó nueva barca
de líneas más seguras y bellas.
No imaginó jardines
ni un trazo ni una música,
no dejó nada escrito,
no movió una figura del sagrado perfil.
Sólo llevó sus bestias a pacer
al pie de las colinas
donde Quefrén y Queops,
los execrables reyes,
durante medio siglo
levantaron sus tumbas
sobre hombros de pueblos agotados.
Éstos, abominándolos,
no quisieron nombrarlos.
Justicieros decían
para hablar de esos sitios:
—Allí,
donde las pirámides de Filitis.
Reducción del infinito (2002)
Ida Vitale
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