miércoles, 30 de agosto de 2017

Andar, una filosofía

Frédéric  Gros. Andar, una filosofía.

Eternidades

La primera eternidad con la que nos topamos es la de las piedras, la del movimiento de las llanuras, las líneas de horizonte; todo ello resiste. Y el hecho de enfrentarnos a esa solidez que se yergue sobre nosotros hace que los actos nimios, las míseras noticias, parezcan motas de polvo barridas por el viento. Es una eternidad inmóvil y vibrante. Caminar es experimentar esas realidades que insisten, sin hacer ruido, humildemente —el árbol que crece entre las rocas, el pájaro que acecha, el arroyo que sigue su curso— y sin esperar nada. Caminar acalla de pronto los rumores y los lamentos, pone fin al interminable parloteo interior mediante el cual juzgamos sin cesar a los demás, nos evaluamos a nosotros mismos, recomponemos e interpretamos. Caminar acalla el soliloquio infinito en el que emergen los agrios rencores, las estúpidas satisfacciones y las venganzas fáciles. Estoy frente a esa montaña, camino entre los grandes árboles y pienso: están ahí. Están ahí, no me han esperado, están ahí desde siempre. Se me han adelantado indefinidamente, y seguirán estando ahí mucho tiempo después que yo.

Traducción de Isabel González-Gallarza

Andar, una filosofía (2014)
Frédéric Gros

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