lunes, 29 de julio de 2013

De los viajes

Michel de Montaigne, retratado por Daniel Dumonstier.

El viajar me parece un ejercicio provechoso. El alma, viajando, percibe cosas desconocidas y nuevas, y, como digo a menudo, no conozco mejor escuela de formación de la vida que el proponerle incesantemente la diversidad de muchas otras existencias, imaginaciones y usanzas, y hacerle saborear la perpetua variedad de formas de nuestra naturaleza. El cuerpo, al viajar, no está ocioso ni se fatiga, sino que la moderada agitación del camino estimula sus alientos.

Por mi parte amo las lluvias y los barros. No me importan las mutaciones de aire y de clima; cualquier cielo me es igual, y no me altera nada, fuera de mis transtornos internos, que incluso me atormentan menos cuando viajo. Es difícil hacerme mover, pero una vez en marcha voy a donde se quiere llevarme. Tanto titubeo en acometer una empresa pequeña como una grande, y equiparme para visitar a un vecino me cuesta tanto trabajo como equiparme para un viaje. He aprendido a hacer mis viajes a la española, es decir, en jornadas largas y de un tirón.

Traducción de Juan G. de Luaces

Ensayos
Michel de Montaigne

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